Combatiendo el Hígado Graso

comida-sanaEl hígado graso es una afección caracterizada por la acumulación de grasa en el hígado y es la enfermedad hepática crónica más común en el mundo occidental.

Se requiere una dieta con más fibra, sin azúcares refinados, menos grasas malas y nada de alcohol. Además, los ácidos grasos como el omega-3 están considerados como los protectores del hígado.

Consejos nutricionales para combatir el hígado graso.

Más fibra: la fibra retrasa el vaciamiento gástrico. Esto provoca una gran sensación de saciedad que contribuye a controlar el apetito y de forma indirecta, ayuda a reducir de peso. Además, la fibra limita el incremento de la glucemia tras las comidas y ayuda a controlar la resistencia a la insulina, habitual en las personas afectadas de hígado graso.

Pan Integral: al igual que el resto de cereales (como el arroz, la pasta o el cuscús). Sustituir los cereales de desayuno por copos de avena o maíz al natural, sin azucarar. Incluir legumbres, según tolerancia, entre 2 y 3 veces por semana, así como añadir las verduras a cada comida. Las de hoja verde son idóneas para la protección hepática.

Sin azúcares refinados: una alimentación rica en azúcares simples disminuye la sensibilidad a la insulina y aumenta el nivel plasmático de triglicéridos y ácidos grasos libres, lo cual conduce a esteatosis hepática.

Por su asociación directa en los trastornos metabólicos, el papel nocivo de la fructosa y la sacarosa (el 50% es fructosa) se ha revisado con amplitud. Estos azúcares se concentran de forma mayoritaria en el propio azúcar usado para endulzar o en aditivos edulcorantes (como jarabe de maíz o fructosa) que se añaden a alimentos procesados azucarados (pasteles, golosinas, refrescos, gaseosas) pero también están presentes en alimentos que son dulces por naturaleza, como las frutas.

Prescindir de todo tipo de alimentos azucarados y recetas que contengan azúcar. El objetivo es aprender a cocinar dulce sin recurrir a la adición de azúcar, incluso, será conveniente limitar de forma temporal el consumo de fruta fresca por su aporte de fructosa a la dieta.

Menos grasas malas: un exceso de grasas dificulta el metabolismo pos-prandial de los lípidos, con el consiguiente aumento de la concentración plasmática de enzimas hepáticas y de ácidos grasos libres, lo que favorece la acumulación de grasa en hígado (esteatosis) y la progresión del hígado graso no alcohólico.

Asimismo, el consumo en exceso de grasas saturadas y de grasas trans (peor aún) aumenta el riesgo cardiovascular, un aspecto que se debe prevenir si se padece esta patología hepática.

Consumo justo de aceite de oliva virgen extra (rico en ácidos grasos monoinsaturados), como remplazo de los alimentos ricos en grasas saturadas (leche entera, nata, quesos, mantequilla, embutidos, tocino, carne grasa y repostería industrial que contenga aceite de coco o de palma).

Nada de alcohol: el alcohol es un tóxico para el hígado, un órgano dañado por la inflamación y el acúmulo graso. Eliminar el consumo de todo tipo de bebidas alcohólicas: incluidas las de baja graduación, como la cerveza, el vino, la sidra, el champán o el cava.

Diagnosticar hígado graso, o esteatosis hepática no alcohólica, es difícil porque no hay unos síntomas claros y definitorios. Aunque es frecuente que las personas afectadas manifiesten claros signos digestivos, hinchazón abdominal después de comer, plenitud o digestiones pesadas y largas; estas molestias no se entienden como resultado de una afección hepática, sino más bien como molestias digestivas que se sobrellevan pese a su incomodidad.

Sin embargo, su tratamiento es clave para evitar complicaciones crónicas graves como la cirrosis o incluso, el cáncer de hígado.